Guadalajara es una de las ciudades más vibrantes y excitante de México. La capital de Jalisco posee algo para ofrecerle a todo aquel que desee visitarla. Sin duda, uno de los destinos preferidos por miles y miles de turistas que año tras año se citan aquí para vivir unas vacaciones ideales. En la ciudad se respira tradición mexicana, lo mejor de los sabores, aromas y colores de la pintoresca y milenaria cultura de la región conviven con las tendencias más actuales y modernas. Es así que en cada rincón es posible sorprenderse con antiguos edificios que nos miran pasar, testigos silentes del paso del tiempo, y a la vuelta una elegante y moderna construcción que nos recuerda el carácter contemporáneo y siempre en movimiento de la ciudad. En este artículo te contamos sobre uno de estos rincones, a la vez escondido y a la vista de todos, el Jardín San Francisco de Asís en Guadalajara.
En la zona centro de la capital jalisciense, en la Avenida 16 de Septiembre, entre las calles Prisciliano Sánchez y Miguel Blanco, asoma el hermoso Jardín de San Francisco de Asís. Funciona como la antesala del antiguo templo de San Francisco de Asís, que fue construido a fines del siglo XVI, y data del año 1580. Es una verdadera obra de arte que nos transporta a otros tiempos, una joya en el medio del centro de Guadalajara. Maravilla con su portada de tres cuerpos de estilo barroco, columnas salomónicas, y las estatuas de San Buena Ventura y San Antonio a cada uno de sus costados. En la parte superior se puede admirar la gran ventana que ostenta el águila mexicana que supo sustituir a las armas reales durante la Independencia de México, y a sus lados las esculturas de Santo Domingo y San Francisco. También a su costado podemos apreciar la bella Capilla de Arazanzú, construida entre 1749 y 1752, como parte del conjunto integrado por el convento de San Francisco de Asís y sus cinco capillas anexas. Dentro de la capilla de estilo barroco, resalta la pintura ubicada en el muro del lado derecho del presbiterio que representa el árbol doctrinario de San Francisco de Asís, que se encuentra rodeado de personajes ilustres y
religiosos de la época convencidos de la doctrina del maestro. Esta obra de arte data de fines del
siglo XVI.
El bello jardín y sus grandes árboles funcionan como un privilegiado lugar de descanso para quienes pasean por la zona, o quienes se acercan a visitar la iglesia, encontrando un espacio verde de paz y tranquilidad en medio del bullicio constante de la gran metrópolis. Como muchos otros lugares de Guadalajara, éste también posee una larga historia. El Fray Antonio de Segovia, nacido en Segovia en el año 1500, vino a estas tierras con la segunda oleada de franciscanos que se remontaban con intenciones de evangelizar a la Nueva España. En 1531 funda el primer convento en Tonalá, que a los 11 de años de funcionamiento debe ser trasladado a la colonia indígena de Analco, pero debido a la gran humedad de la zona deben mudar el templo nuevamente. Esta vez el lugar elegido es en el que actualmente podemos apreciar la Iglesia, y a su lado estaba construido el convento. Donde se encuentran hoy el Jardín de San Francisco de Asís y otro frente a la capilla de Arazanzú eran los grandes andenes del convento.
Con el paso del tiempo la iglesia fue deteriorándose al punto tal de tener que derrumbar la antigua torre ya que se había vuelto un peligro que amenazaba la construcción. De modo tal que en el año 1684 se comenzó a levantar una nueva torre, más alta que la anterior, y se refaccionó el templo, tarea que concluyó en el año 1692.
De las capillas existentes que conformaban el conjunto religioso sólo queda en pie la que puede apreciarse desde el jardín, mientras que el tiempo se llevó consigo las del Santo Crepúsculo, San Antonio de Padúa, la Tercera Orden o de San Roque, la del Santo Sepulcro y la del Noviciado.
Durante un tiempo, el convento funcionó como cárcel de mujeres, cuartel del ejército y caballeriza. En el mismo centro del Jardín estuvo alguna vez un monumento en homenaje al Coronel Ramón Corona, que se mudó a la calzada Independencia.
El jardín observó todos estos cambios a través de la historia, y hoy con sus grandes y añejos árboles nos invita a descansar bajo su sombra y reflexionar sobre el grandioso pasado de este pequeño rincón de la ciudad, que sin embargo alberga numerosas leyendas. Sin lugar a dudas, aquel que visite estas tierras debe incluir en su itinerario un paseo por el Jardín de San Francisco de Asís en Guadalajara.
En la zona centro de la capital jalisciense, en la Avenida 16 de Septiembre, entre las calles Prisciliano Sánchez y Miguel Blanco, asoma el hermoso Jardín de San Francisco de Asís. Funciona como la antesala del antiguo templo de San Francisco de Asís, que fue construido a fines del siglo XVI, y data del año 1580. Es una verdadera obra de arte que nos transporta a otros tiempos, una joya en el medio del centro de Guadalajara. Maravilla con su portada de tres cuerpos de estilo barroco, columnas salomónicas, y las estatuas de San Buena Ventura y San Antonio a cada uno de sus costados. En la parte superior se puede admirar la gran ventana que ostenta el águila mexicana que supo sustituir a las armas reales durante la Independencia de México, y a sus lados las esculturas de Santo Domingo y San Francisco. También a su costado podemos apreciar la bella Capilla de Arazanzú, construida entre 1749 y 1752, como parte del conjunto integrado por el convento de San Francisco de Asís y sus cinco capillas anexas. Dentro de la capilla de estilo barroco, resalta la pintura ubicada en el muro del lado derecho del presbiterio que representa el árbol doctrinario de San Francisco de Asís, que se encuentra rodeado de personajes ilustres y
religiosos de la época convencidos de la doctrina del maestro. Esta obra de arte data de fines del
siglo XVI.
El bello jardín y sus grandes árboles funcionan como un privilegiado lugar de descanso para quienes pasean por la zona, o quienes se acercan a visitar la iglesia, encontrando un espacio verde de paz y tranquilidad en medio del bullicio constante de la gran metrópolis. Como muchos otros lugares de Guadalajara, éste también posee una larga historia. El Fray Antonio de Segovia, nacido en Segovia en el año 1500, vino a estas tierras con la segunda oleada de franciscanos que se remontaban con intenciones de evangelizar a la Nueva España. En 1531 funda el primer convento en Tonalá, que a los 11 de años de funcionamiento debe ser trasladado a la colonia indígena de Analco, pero debido a la gran humedad de la zona deben mudar el templo nuevamente. Esta vez el lugar elegido es en el que actualmente podemos apreciar la Iglesia, y a su lado estaba construido el convento. Donde se encuentran hoy el Jardín de San Francisco de Asís y otro frente a la capilla de Arazanzú eran los grandes andenes del convento.
Con el paso del tiempo la iglesia fue deteriorándose al punto tal de tener que derrumbar la antigua torre ya que se había vuelto un peligro que amenazaba la construcción. De modo tal que en el año 1684 se comenzó a levantar una nueva torre, más alta que la anterior, y se refaccionó el templo, tarea que concluyó en el año 1692.
De las capillas existentes que conformaban el conjunto religioso sólo queda en pie la que puede apreciarse desde el jardín, mientras que el tiempo se llevó consigo las del Santo Crepúsculo, San Antonio de Padúa, la Tercera Orden o de San Roque, la del Santo Sepulcro y la del Noviciado.
Durante un tiempo, el convento funcionó como cárcel de mujeres, cuartel del ejército y caballeriza. En el mismo centro del Jardín estuvo alguna vez un monumento en homenaje al Coronel Ramón Corona, que se mudó a la calzada Independencia.
El jardín observó todos estos cambios a través de la historia, y hoy con sus grandes y añejos árboles nos invita a descansar bajo su sombra y reflexionar sobre el grandioso pasado de este pequeño rincón de la ciudad, que sin embargo alberga numerosas leyendas. Sin lugar a dudas, aquel que visite estas tierras debe incluir en su itinerario un paseo por el Jardín de San Francisco de Asís en Guadalajara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario